Al crecer en Nueva York, me sorprendió un poco cuando me di cuenta de que mis hijos son californianos. Tienen 14 años y les explico con frecuencia que nunca se darán cuenta de la gloria de un día de nieve. Te despiertas y el mundo dice: ‘¡Vaya, es demasiado divertido ir a la escuela, tienes que quedarte en casa y lidiar con la nieve!’