Fui estúpido cuando comencé: el epítome de ojos brillantes y cola tupida. Fue como, ‘¿Puedo vivir en Los Ángeles y conducir en limusinas? ¿En realidad?’ No me di cuenta de que me pertenecían. Cuanto más dinero te inyectan, más te conviertes en una marioneta. Me convirtió en un verdadero campesino sureño en actitud: no quería despertarme nunca más sintiéndome poseído.