Hace siete años, cuando comencé a recorrer en solitario rutas largas y duras en Yosemite, escalando sin cuerda, equipo o compañero, lo hice porque parecía la forma más pura y elegante de escalar grandes paredes. La escalada, especialmente en solitario, se sintió como una gran aventura, pero nunca soñé que pudiera ser una profesión.