Recuerdo que una vez vi a un tipo en la tienda de comestibles que se parecía tanto a mi personaje, el Arcángel Gabriel, que quería acercarme a él y decirle: ‘Oye, deja ese Red Bull. Ya tienes alas ‘. Mi amigo tuvo que recordarme con severidad que él era un extraño y que, de hecho, yo no lo creé.